SIDA: del miedo a la esperanza

La década del 80 reaccionó con miedo. Primero fue el miedo a lo desconocido. Luego miedo al virus. Hoy se vislumbran las incoherencias de la teoría oficial.
La prevención se redujo a recetar profilácticos, a distribuir jeringas descartables entre drogadictos. En cuanto a la etiología, el "establishment" médico llegó más lejos aún: el veredicto recayó sobre el mono verde de África. Donde se proyectan las culpas falta coraje.

Esta década exige un cambio.
El ideograma chino yi reúne a dos conceptos simultáneos: crisis y oportunidad. El yi del SIDA tiene dos acepciones. No dudamos, los occidentales, de la primera. SIDA es crisis. En cuanto a la segunda, ¿no habremos tergiversado "oportunidad" en "oportunismo"? Oportunismo comercial, científico y moral.

Un millón de víctimas nos exigen acción, sinceridad y coraje.

En abril del `84 gran parte de la comunidad científica se obnubiló con el descubrimiento del "virus del SIDA". Dejó de estudiar a los grupos de riesgo y se zambulló en una especie de travesía espacial invertida por el mundo de la virología. Lo perdieron de vista al paciente.

La casi totalidad de los enfermos con SIDA pertenecen, aún hoy, a grupos de alto riesgo. Esto delata a la versión oficial. El enfoque virológico no alcanza para explicar este fenómeno. En lugar de esperar la hipotética vacuna contra el HIV, debemos descifrar los factores de riesgo que perpetúan la epidemia.

Creemos que el médico o psicoterapeuta no pueden ser ajenos al pedido tácito de cada víctima del SIDA, quienes, en definitiva, son los emergentes de una sociedad enferma. Cada muerte es una denuncia al tráfico de drogas, una denuncia al Estado que "proscribe" la droga para quintuplicar el precio de la misma, una denuncia a una sociedad que sabe mucho de la comercialización del sexo y poco de la sexualidad humana, una denuncia a los profesionales de la salud que todavía no han aprendido que HIV positivo y SIDA no son sinónimos.

Recientes investigaciones en EEUU muestran (en estudios controlados, doble ciego) que tanto los individuos HIV negativos como los HIV positivos incluidos en programas de inmunoestimulación física (aerobismo, etc.) y psíquica (técnicas de relajación anti-stress, meditación, etc.) lograron, después de cinco semanas, fortalecer su sistema inmunitario. Es decir, se acaba de descubrir el primer inmunoestimulante que carece de efectos colaterales (Ver Actas el Simposio SIDA 1990: Seminario sobre Psicoinmunología [...]).

Toda persona que atiende a hombres y mujeres con SIDA conoce la desolación. En esos momentos podemos recurrir a la sabiduría disfrazada de mito:

Cuando Pandora dejó escapar a todos los Males del mundo, las enfermedades del cuerpo y las enfermedades de alma, los Dioses del Olimpo se apiadaron de los mortales: del fondo de la caja de Pandora, nació la Esperanza.

La esperanza no se espera: se exige, se busca y se encuentra.


Dr. Ricardo Leschot, 4 de junio de 1990


Al poco tiempo de mi análisis HIV+ supe que había un doctor que, como yo, descreía de la forma en que la medicina estaba abordando esta problemática.
Este es uno de los primeros escritos
del Dr. Ricardo Leschot que pude leer, y me permitió cambiar la mirada hacia el panorama que mi diagnóstico me presentaba. Está fechado en el `90 y el papel ya se volvió sepia, pero no perdió vigencia: casi estamos en la misma situación que entonces... agravada por la multiplicación de cifras, de enfermedad, de muertes.

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